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Columna de Opinión: Quellón el otro Chiloé
Quellón: El otro Chiloé
Quellón emerge como la antítesis de lo que se podría llamar la identidad más propia de Chiloé. Y no son pocas las razones que llevan a esta pujante ciudad a distinguirse de la atmosfera ambiental que caracteriza esa idea sobre lo que es o puede ser este territorio insular, mágico e indescifrable. Hablar de Quellón es hacerlo entorno a una ciudad que se funda en 1905, al amparo de un desarrollo empresarial como fue la Compañía Destilatoria Quellón, perteneciente a la Sociedad Austral de Maderas (que extraía alcohol de la madera, carbón vegetal y acetona). Es marcar un punto de inflexión con la vocación comercial, administrativa y sobre todo agrícola del resto del maritorio chilote.
El destilatorio, único en Latinoamérica en esos años, se convirtió en el motor del desarrollo del poblado, trajo gran migración, pero implicó la explotación indiscriminada de los bosques como elemento constitutivo del ADN de una ciudad industrial, no planificada y, además, con ese sello tan propio por ser el principal puerto en conexión con la Patagonia del extremo sur de Chile.
Quellón es muchas cosas menos una ciudad tradicional. No fue trazada por el sistema español, con plazas donde se centralizan los diferentes poderes públicos y religiosos, con un sistema de cuadras uniformes, etc. Como comuna, posee la mayor cantidad de bosque nativo de Chiloé, pero han sido sus recursos naturales los que más han sufrido en su determinación de avanzar hacia un desarrollo basado en la explotación de materias primas del bosque y mar. La fiebre del Loco, del Pelillo, de la Luga, de los Mitilicultivos y finalmente del Salmón terminaron por perfilar una identidad acuícola-industrial, con alta demanda de mano de obra, gran presencia de foráneos para cubrir esta permanente necesidad de fuerza de trabajo, rotación poblacional y crecimiento inorgánico que la convirtieron en una urbe sin continuidad ni un estilo arquitectónico propio, a diferencia de las otras ciudades de la provincia. (Sin olvidar los estragos del terremoto del 60 que privaron a Quellón de contar con arquitectura de palafitos en el bordemar)
Además, Quellón tiene una importancia primordial para los pueblos originarios (espacio de encuentro entre las culturas Mapuche, Huilliche y Chona) que habitaron estas tierras mucho antes de la llegada de los españoles y de la anexión al territorio chileno. Y desde comienzos del siglo XX en adelante, no han dejado de rescatar y poner en valor su cultura, luchando por lo que consideran una justa reivindicación de sus derechos ancestrales. Si el año 2002 un 22,48% de la población quellonina respondió sentirse parte de un pueblo originario, en 2017 ese porcentaje alcanzó el 49,35%. Cifras que hablan de un interesante proceso de revaloración del legado vivo de los pueblos originarios.
Si Quellón llegó tarde a lo que fue el proceso de colonización española, hoy lleva la delantera en lo que globalización se refiere. Caminar por Avenida Ladrilleros es ir al encuentro de un crisol de nacionalidades de todo el mundo, que construyen un nuevo orden social, un futuro donde habitantes de todos los rincones son protagonistas de forjar y forjarse un destino mejor. Y, a pesar de darle la espalda a sus enormes potenciales ecológicos y turísticos, sabe que la belleza única de sus paisajes naturales, de su vista privilegiada al Corcovado, de sus esteros, humedales, turberas, parques y espacios urbanos (donde la flora y fauna no se cansa de recordarle que debe ser protegida) es la base y potencial para una ciudad más equitativa, armónica, acogedora y querible para sus propios habitantes. En su mixtura de razas, colores, historias; en su naturaleza indómita y salvaje se escribe una nueva historia, un nuevo devenir. La invitación es a estar a la altura.
Damián Valdés
Encargado Comunidad
Parque Tantauco