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Columna de opinión: La fragilidad de lo excepcional


La fragilidad de lo excepcional

Uno de los motivos de orgullo, promotor de la identidad chilota y fuente de relevancia local y global del Archipiélago de Chiloé, es el reconocimiento mundial dado por Organismos de las Naciones Unidas a los diversos patrimonios vivos presentes en el territorio insular.

Recapitulando y refrescando la memoria: la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) inscribe el año 2000 a las 16 iglesias de Chiloé en la Lista del Patrimonio Mundial; y con ello reconoce a la escuela de arquitectura chilota asociada a las iglesias y la vida comunitaria que se desarrolla en torno a los templos y mantiene vivo el fervor religioso. El 2011 es la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) quien, después de un extenso proceso de postulación y análisis, entrega el reconocimiento oficial de sitio SIPAM (Sistema Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial), poniendo en relieve la rica biodiversidad agrícola, sumada al manejo de los agroecosistemas basado en la observación y conocimiento ancestrales.

Para tener un contexto, son 1.157 los sitios Patrimonio de la Humanidad declarados por la UNESCO, de los cuales 7 están en Chile: Las 16 Iglesias, el Parque Rapa Nui, las Salitreras Santa Laura y Humberstone, el Campamento de Sewel, el Casco Histórico del Puerto de Valparaíso, el Camino del Inca Qhapac Ñan y la Cultura Chinchorro y su sistema de momificación. Por otro lado, son 67 los sitios SIPAM por la FAO, siendo Chiloé el único en territorio nacional.

Y lo más sorprendente: el único lugar del mundo donde coinciden estos dos reconocimientos en un mismo territorio es CHILOÉ. Esta condición única y excepcional es evidencia de que aquí se conforma un universo cultural con características particulares cuyo aislamiento geográfico en el pasado ha permitido la conservación de prácticas agrícolas, religiosas y culturales hasta nuestros días. La forma de cultivar la tierra y el mar; el trabajo en madera para la construcción de embarcaciones, casas e iglesias; el desarrollo de artesanías en diversos materiales, las mingas, la gastronomía, el folclore, la música, los mitos, las leyendas, la religiosidad, son todas expresiones de las manifestaciones de la cultura chilota que se viven diariamente en forma cotidiana.

Los pequeños agricultores y agricultoras, que son también pescadores y recolectores, se han encargado del resguardo del patrimonio agroalimentario, el traspaso de generación en generación del conocimiento y tecnologías ancestrales y del desarrollo de una agricultura agroecológica comprometida y en constante diálogo con la tierra. Pero este diálogo y encuentro con la naturaleza es cada vez más difícil. Y la pérdida de esta interacción consciente, sumado al impacto que generamos en el medioambiente, es la mayor amenaza para el futuro del Patrimonio Chilote.

Sin sustento y soporte ambiental se va generando un proceso de erosión social de las tradiciones, donde es complejo mantener viva y creativa la cultura que le da vida a la esencia de Chiloé. Por eso es fundamental la tarea de resguardar el Patrimonio Ambiental de Chiloé. Proteger ecosistemas valiosos para el equilibrio ambiental es condición de posibilidad para mantener vivas las prácticas históricas. Y el proceso de degradación, deforestación y contaminación que podemos ver en diversos ecosistemas del archipiélago atenta contra un territorio sobre exigido. Por lo tanto, se valoran todos los esfuerzos en materia de conservación; sean públicos, privados; desde organizaciones civiles, ciudadanas y muchos anónimos que en la sumatoria pueden inclinar la balanza en un escenario de enorme fragilidad.

Damián Valdés
Encargado Comunidad
Parque Tantauco


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